9 Años que Nuestro Sueño Camina por Santa Fe...

Este es el contexto social que da origen a nuestro proyecto:

En el Gran Santa Fe (la ciudad y sus poblaciones aledañas) viven alrededor de 480.000 personas, alrededor de 125.000 son menores de edad, de ellos, más de la mitad son pobres, y más del 32% son indigentes.
Nuestra ciudad es la segunda ciudad del país con mayor índice de pobreza e indigencia infanto-juvenil. Más aún, mientras en el resto del país la tendencia de este indicador es la disminución, en nuestra ciudad se incrementa.
Más de la mitad de los niños y jóvenes de un conglomerado que son pobres quiere decir que más de la mitad del sector de la población que más protegido debería estar, ve vulnerados sus derechos elementales: a la educación, a la salud, a la seguridad, a la cultura, a expresar su opinión, a desarrollarse integralmente.
La mayor parte (no un sector pequeño: la mayoría) de los niños y jóvenes viven en los
llamados “barrios marginales”. ¿Y qué quiere decir crecer en un barrio “marginal”?
La palabra marginal alude a una posición respecto de lo que se considera el centro; y no tiene que ver en este caso con una posición geográfica (tal como la noción de barrios de “la periferia” podría connotar), puesto que si bien muchos de estos barrios están efectivamente en los bordes geográficos de la ciudad, muchos otros han crecido en espacios del centro de la misma.
Por tanto marginal es lo que queda al margen, por fuera de lo que se considera lo “oficial”; por fuera de lo que es lo hegemónico y lo dominante.
En nuestra ciudad, así como sucede en muchos otros lugares, lo marginal es en realidad lo que es mayoritario. Los valores hegemónicos, dominantes, del centro, que aparecen como los únicos válidos, son en realidad los de sólo un sector de la sociedad, que no es el mayoritario.
Pertenecer a un barrio marginal entonces es estar afuera de lo que se dice central, único, verdadero. No es solamente estar por afuera de los servicios, las ofertas culturales, todo lo que la sociedad tiene de bueno para dar, y que sin duda debería democratizarse ( en ese sentido sería más correcto hablar de exclusión que de marginalidad). Tiene que ver con la forma que una sociedad tiene de pensarse.
Nuestra sociedad, aun en una ciudad pequeña como Santa Fe,  insiste en pensarse desde el centro, negando la existencia de esta otra realidad mayoritaria, y visibilizándola sólo como su polo negativo, estigmatizándola, criminalizándola, infantilizándola, simplificándola.
Los chicos que crecieron y crecen en barrios marginales tienen historias de desencuentros, discontinuidades y frustraciones con la escuela. La escuela, pensada desde el centro,  los expulsa.
Frente a una escuela que expulsa ( una escuela desbordada por una realidad para la que no está pensada), el barrio no ofrece alternativas culturales, deportivas, recreativas... la mayoría de los chicos de estos barrios se desarrollan sin encontrar espacios ni actividades que los llenen de sentido, entusiasmo, que desarrollen sus capacidades, que les den esperanza en el futuro. El barrio en cambio sí les ofrece oportunidades para delinquir, para vender drogas y consumirlas.
“Hoy hay más puestos de droga que de trabajo. Hay muchos que desean trabajar, pero no les queda otra; la policía no hace nada; tal vez algunos quieren que estemos drogados y así no se entera nadie  de lo que pasa acá (Jonatan Baez)”
La situación de las mujeres, con respecto a ofertas de actividades,  a menudo es peor. Salen menos, no hacen deportes...
Son muy comunes la sexualidad precoz y la maternidad adolescente.
Estos chicos, por otro lado, son permanentemente víctimas del abuso policial. Criminalización de la pobreza y de una estética que a estos chicos les otorga identidad: detenciones arbitrarias, prohibición del ingreso a lugares públicos céntricos, golpes, gatillo fácil.

“las víctimas pueden estar limpiando una zanja, vendiendo algunos artículos, repartiendo tarjetitas, caminando hacia su lugar de trabajo o simplemente sentados en las esquinas de sus propios barrios; no importa; son sospechosos.¿Será éste el identikit más buscado por los agentes del orden?: Pibes morochos, cortes de pelo ‘a la cubana’, pantalones Adidas truchos y bien cumbieros...”(Jonatan Baez).

¿Cuáles son los efectos subjetivos de crecer en esta realidad? Por supuesto que cuando hablamos de vidas humanas no hay determinismo; pero constatamos en estos adolescentes una profunda falta de confianza en ellos mismos y en  todo de lo que son capaces, en el futuro y todo lo que él puede hacer posible, y también en los demás, que más de una vez los han defraudado. Estos chicos a menudo han interiorizado las estigmatizaciones que la sociedad ha hecho recaer sobre ellos. Cuando uno les pregunta qué quieren ser de grandes, ni se atreven a pensarlo, o rechazan la respuesta diciendo que ellos sólo podrán ser delincuentes o prostitutas.
Los chicos que crecieron y crecen en barrios marginales a menudo no conocen otra realidad que la de su barrio. A pesar de las dimensiones pequeñas de Santa Fe, no conocen lugares de la ciudad paradigmáticos  por su valor histórico, cultural o natural. Las avenidas que separan el barrio de la ciudad “oficial”, a menudo se convierten en auténticas fronteras.  A veces sólo basta que los chicos pasen esas “fronteras” para que la policía los detenga, porque su presencia resulta sospechosa e incómoda.
Las voces de los niños y jóvenes de Santa Fe; de la mayoría de los jóvenes y niños de Santa Fe, están silenciadas. Sobre ellos recae una insoportable carga para chicos que están creciendo. La sociedad, cuando no los estigmatiza o hace que no existen, no sabe qué hacer con ellos. No los conoce.
Nosotros, en el camino transitado, hemos constatado que las transformaciones son posibles. Que cuando un joven o un niño vulnerado profundamente en sus derechos recibe una verdadera oportunidad, se confía en él, y se lo trata como un sujeto de pleno derecho y un ser humano con infinitas posibilidades de conquistar el mundo; hay respuestas, respuestas impresionantes, conmovedoras, maravillosas, que renuevan el compromiso y nos llenan de sentido día a día.


Este es el contexto social actual:
“Según la Encuesta permanente de Hogares (EPH), Argentina cuenta con 746mil jóvenes entre 18 y 24 años, que no estudian ni trabajan, representando un 24% de la población. Uno de cada cuatro jóvenes, según el estudio mencionado, no estudia ni trabaja, lo cual tiene consecuencias sociales, que comprometen seriamente el futuro del país, entre ellas puede destacarse la profundización del círculo vicioso de la pobreza, ya que estos jóvenes se encuentran entre los estratos más bajos de la distribución de ingresos, generalmente con el secundario incompleto, lo cual les obstaculiza la posibilidad de encontrar un trabajo decente, con una justa retribución, condiciones necesarias para  acceder a una movilidad social ascendente. Se trata también de jóvenes que, debido a la falta de activos, resultan de un nivel de vulnerabilidad importante que los expone a transitar por la delincuencia, la violencia y el consumo de drogas, en  un contexto que no les ofrece oportunidades en cuanto a la construcción de un proyecto de vida, por los factores ya  mencionados. Este cuadro de situación, se complica aún más, cuando el 33,6 de los jóvenes vive en hogares, cuya subsistencia depende de los planes sociales, que si bien constituyen un aporte, no alcanzan a resolver la situación de pobreza.”
Estos datos son extraídos de un Proyecto de Extensión, de la Universidad Nacional del Litoral (2013), a lo que debemos agregar nuestro informe obtenido de nuestra experiencia diaria en los barrios en los que viven estos jóvenes.
-El primer obstáculo está en las escuelas primarias que, precisamente atienden a esta población porque no se los instruye, ya no hablamos de educación sino de instrucción, para poder entrar y permanecer en un secundario, que en la Argentina es obligatorio. De allí el fracaso escolar.
-El segundo obstáculo es el ya declarado en nuestro primer contexto por uno de los jóvenes que viven en estos barrios (2004), y que hoy se ha agravado: la presencia de la droga, con el silencio cómplice de quienes nos tiene que proteger.
-El tercer obstáculo, y que es una constante en nuestro trabajo, es la indiferencia de quienes tienen el poder de habilitarlos para el trabajo: espacios por los que no pueden transitar por portación de cara, personas con oficios a los que no se les da trabajo por vivir en esos barrios, etc., etc.
Todos sabemos que el tejido social esta destruido por las políticas neoliberales de los 90, y que esta crisis comenzó mucho antes; sabemos del esfuerzo del gobierno que ya no da planes sociales sino que sus programas, como el de la Asignación Familiar,  tiene que ver con el compromiso de las familias que lo reciben de enviar a sus hijos a la escuela y tener al día a los mismos en el sistema de salud. Mi pregunta es, nosotros como sociedad ¿Qué hacemos?
Nuestro trabajo diario esta con los que viven en estos barrios marginales por lo tanto vemos con profunda preocupación en el lugar en que se los va colocando a las cientos de personas que allí viven: barrios sin luz, sin salud, con escuelas malas, con policías corruptos y con funcionarios indiferentes a lo que allí sucede.