La Pandemia y la Desigualdad

Por: Adriana Alegre
Fotos: José Almeida, Máximo Augusto Alegre y Adriana Alegre

El coronavirus ha exacerbado las enormes desigualdades sociales ya existentes, somos un país con una gran deuda social. Mirar no es ver. En la novela Ensayo sobre la ceguera, un extraño virus produce repentinamente una ceguera masiva en la población. En ella el Premio Nobel portugués José Saramago nos enseña que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven. En esta recorrida fotográfica de José Almeida entraremos en los barrios céntricos y en los periféricos para ver las desigualdades, la guía por las diferentes realidades será Adriana Alegre, enfermera de profesión.




Mi nombre es Adriana Alegre, soy enfermera, estoy a un pasito de terminar la Licenciatura, trabajo en un Centro de Salud, digamos, en lo que sería el centro sur, llegando para el lado de la costanera. Allí, por ejemplo, vemos las dos caras de la pandemia; las desigualdades sociales que hay en el barrio son muy grandes: tenemos ranchitos y villas que están en las vías, del barrio Las Lonas, y después tenés las casas de dos pisos, y algunas mansiones que están en la costanera. Allí es muy fácil vislumbrar las distintas clases sociales, tenés clase media, clase alta, y baja, todo en el mismo territorio.
La realidad que nosotros vivimos aquí es que tuvimos aglomeración de gente desde el primer día y lo que notábamos que la gente clase media, media alta era saber por las vacunas, había mucha desinformación, si las vacunas las iban a proteger sobre el Coronavirus, y bueno, nosotros teníamos el trabajo de informarlos y decirles cual era el alcance de las vacunas, en fin, educarlos.

Con el tema de las vacunas por primera vez vino gente de 80 y 90 años, resulto rarísimo porque siempre hemos hecho campaña , pero ésta vez, vinieron por primera vez, hay mucha psicosis; pero después teníamos otra realidad que era el de la gente que no tenía para comer y ahí empezamos a pensar de qué manera podíamos intervenir, y fuimos viendo a través de otras organizaciones para entregar mercaderías la forma de entregar alimentos o algo, pero había mucha desesperanza…yo me acuerdo que los primeros días yo volvía a mi casa muy triste por el panorama que se presentaba, porque en el centro o en la parte a la que iba a tomar el colectivo, la gente estaba resguardada en sus casas, sabiendo que tenían sus trabajos, tenían alimentos en sus hogares. Las clases medias y altas respetaban las normas, dentro de todo, pero en la parte de las vías ocurría lo mismo que en 12 de Octubre, mi barrio, los primeros días era…bueno, salir solamente para hacer algún mandado al kiosco y nada más, pero la realidad es que cuando empezó a escasear la comida, el ingreso de dinero por falta de changas, hizo que la gente saliera, con sus miedos y con todo porque no tenían ; recuerdo que venían a entregar mercadería y con eso tironeaban,
 hubo gente que yo conozco que los primeros días no comían; yo misma tuve que llevar mercadería de mi casa porque no tenían, no comían.
Otra realidad que veo es que al principio que a pesar de la incertidumbre uno veía la desolación de la calle pero a medida que fue pasando, que la ciudad no tenía más casos durante semanas es como que se relajó, si bien en un principio lo primero que trajo un poco de calma al barrio fueron las ayudas que dio el Estado, todavía hay mucha gente que no pudo acceder a ese beneficio, la realidad es que hay mucho trabajo en negro y, que en la clandestinidad se siguió haciendo, tratando de respetar las indicaciones, por ejemplo: cortando el pasto y retirándose rápidamente para que no lo denuncien. O por ejemplo iban a hacer changas en horarios en que no los veía la policía, por ejemplo arreglar un tendido eléctrico, arreglar algo que se había roto en la casa, porque la mayoría son albañiles: el servicio doméstico se quedó sin trabajo porque sus patrones les decían que, si no iban durante el aislamiento, que no fueran más; muchas que se dedicaban a este servicio prefirieron no ir porque tenían miedo de enfermarse y tenían gente a cargo a quien cuidar.

Las medidas fueron tomadas, como en todos los barrios: algunos bien con responsabilidad, otros vecinos no, tenían que llamar a la policía…yo veía un panorama desolador al principio pero, ahora, la desolación va por otro lado. Nosotros tenemos miedo porque a medida que se van relajando los controles y se van flexibilizando las salidas, no sabemos que va a pasar con esto, el virus no está erradicado y es de fácil contagio, cuando empiece el tema de apertura de los comercios, y se tengan que abastecer, y donde la mayoría de los abastecedores son de Rosario o Buenos Aires el problema va a ser ahí porque siempre hay un descuido; se entiende que hay que salir adelante por la economía porque tanto trabajadores formales como informales lo necesitan pero no sé hasta que punto puede ser sostenible; mis compañeros de la terapia dicen que ellos están trabajando ahora a full, y en un principio no era así, en un principio lo que estaba sobrecargado era la atención primaria y como nadie quería ir al hospital por miedo iban allí, y allí se hacia la aglomeración.

Otra de las cosas que recuerdo es la dualidad entre el norte y el sur de la ciudad, yo tenía que hacer algunas intervenciones por el Dengue en la zona norte y en la zona sur, y a pesar de que en los barrios del sur: San Lorenzo, Centenario, Santa Rosa tenían sus salidas a las arterias principales en los horarios permitidos, no había tanta gente como en zona norte. Zona norte fue una de la que más lo padeció no sé si es por el alto porcentaje de informalidad laboral, probablemente, yo sé que en los barrios del cordón oeste sur están más formalizados en el trabajo. Esta diferencia se notó en las calles.
En relación a los servicios básicos, como el agua, no hay esa diferencia, por suerte casi todos los barrios tienen agua, y cuando hay un corte se avisa con anticipación.
En cuanto a los recursos que nosotros necesitamos para trabajar no hay suficientes: las batas no son suficientes para trabajar en la jornada, tenemos que reutilizar los recursos porque no nos envían, los insumos, por ejemplo, ahora no me llego nada de alcohol, la lavandina que llegó no se sabe si es diluida o pura, los materiales, desde que arranco este gobierno esta complicado, pensábamos que era por el cambio de gobierno pero ha pasado el tiempo y sigue sin suceder nada, han dejado mucho que desear con el tema de materiales e insumos. En lo poco que nos proveen lo que entregan es para nosotros y también para la comunidad, por ejemplo, el tapaboca, que por suerte nosotros vemos que la población ha tomado conciencia y todos los usan. Nosotros no atendemos sino vienen con tapabocas.

Respecto a la atención de la población la gente de salud se ha comprometido con la atención en todos los barrios pero la dualidad o diferencia que se había mencionado antes acá se vuelve a repetir, y tiene que ver con la capacitación, el norte está muy abandonado con respecto al sur de la ciudad porque, yo creo, que los organismos de supervisión no llegan, y al no llegar se comprometen todos los servicios que están en el noroeste de la ciudad: salud, escuelas, el hacer caso omiso a seguir el protocolo, el aislamiento, etc. Eso se nota en todos los aspectos.
En salud estamos divididos en subregiones, todavía no sabemos que va a hacer Perotti con nosotros, pero lo positivo es que hay una estructura de salud ya armada, el gobierno anterior invirtió mucho en personal, en capacitaciones, se invirtió en espacios edilicios, en estructuras para la atención en las cuales podemos trabajar, y eso es muy favorable, esta observación no es una cuestión partidaria sino es una cuestión política porque las políticas públicas que se tomen van a beneficiar o a afectar a la población. Si bien hoy hay problemas con los insumos tenemos una calidad de personal e infraestructura excelente, salvando las distancias entre el norte y el sur de la ciudad, ya mencionadas.