Por:
Jonatan Baez, 22 años
Fotos: José Almeida
Desde fines del mes de
Abril, y durante el mes de Mayo 2003, la Capital Santafesina resultó afectada
por una gran inundación que cobró numerosas víctimas humanas y que causó graves
daños materiales.
La ciudad de Santa Fe esta
ubicada entre los ríos Salado y Paraná. Para protegerla de las inundaciones se
construyeron rellenos, dragados y terraplenes, se instalaron bombas para sacar
el excedente de aguas que durante una inundación puede escurrirse hacia el
interior de la ciudad. No obstante, gran cantidad de población esta asentada en
terrenos expuestos al riesgo de inundación.
En esa oportunidad el
desastre provocado por las inundaciones estuvo vinculado con el hecho de que uno de esos terraplenes, el terraplén
Irigoyen, no se había terminado de construir. El agua del río Salado pudo
entrar a la ciudad por allí para luego no podía salir porque el resto de las
áreas estaban cerradas por el sistema de terraplenes con el resultado de que gran
parte de la ciudad de santa fe se
transformó en una “pileta de natación”.
Finalmente fue necesario dinamitar
una parte del terraplén para que el agua pudiera salir del área urbana.
Los
registros de las anteriores crecidas del río Salado indicaban que el desastre
podía ocurrir, es decir, si bien la crecida del río no podría haberse evitado,
si se podrían haber realizado acciones para disminuir las condiciones de riesgo
en que vive gran parte de la población de Santa Fe.
CÓMO
PARA OLVIDARME
Cada
vez que llega esta fecha noto que ya
pasaron muchos años pero a mí no me parece lo mismo, será por que la
experiencia que vivimos los santafesinos fue traumática.
Les cuento lo que
viví, vi y escuche en esos días grises de abril.
En uno de esos días de
limpieza en la esquina de mi casa, en el tejido de un destacamento de policía,
encontraron los restos de un bebé; muchos ya lo habían visto de lejos pero sólo
pensaban que era un muñeco, quién se iba a imaginar que las aguas pasaran con
tanta maldad y furia como para arrastrar a un bebito de los brazos de sus
padres.
Era
más o menos el día 27 del mes y ya en el diario se informaba que en Santo Tomé “crecía el Salado”, y
me acuerdo haber leído en el diario que
desde el Instituto responsable de esos datos se estimaba la velocidad del paso
del agua: de 2m por segundo, pero todos decían que no era para alarmarse, que
la crecida sólo afectaba a los ganados y cultivos de las zonas de las colonias
de San José y San Agustín;
las lluvias siguieron cayendo hasta llegar, asi, al
día del “desastre y tragedia”, el día “29 de Abril de 2003, cuando en las primeras horas de esa fecha se
desbordó el río Salado entrando el agua por el norte de la Ciudad en el momento
en que algunas familias, por desgracia, estaban durmiendo, otros, sorprendidos
igualmente pero con mayor oportunidad aunque sea para salvar sus vidas salían a
los centros de evacuados que más cercanos tenían y que se habían armado
espontáneamente en escuela, vecinales, etc.
Yo viviendo al sur de la ciudad en
el barrio Centenario me entero por la mañana del tema, pero decían que el agua
se había detenido, estacionándose en los barrios vecinos, pero llegando la
noche dieron alarma en mi barrio que el agua empezaba a avanzar de nuevo
dándonos a algunos, la oportunidad de salvar algunos bienes mudándolos a donde
no llegaría el agua.
En
mi casa, yo y mi familia embalamos algunas cosas subiéndolas arriba de algún
ropero o cama cucheta pensando que el agua iba a subir pocos centímetros.
Armamos dos carpas para no dejar la cosa sola. Eran eso de las 21hs cuando el
agua empezaba a fluir de las alcantarillas y boca de tormenta, viendo eso me
voy a mi casa, el agua ya avanzaba por los inodoros y desagües de la casa; nos
quedamos en el techo, en las carpas, mientras lloviznaba, mirando que el agua
crecía más de lo que pensaba; ya cuando el agua pasó el 1,50m fue cuando sentí
miedo…mire el cielo gris…lloviznaba… se veía muy poco porque no había luz, y
cuando mire hacia abajo vi que ya no había más tierra, sólo se veía troncos,
garrafas y algunos bultos negros que podían haber sido algunos ahogados
arrastrados por las aguas.
Se escuchaban gritos de niños, y mujeres pidiendo
que los sacaran de los techos donde habían armado sus refugios que ya no
parecían nada seguros; por suerte en mi barrio esta cerca la defensa de la ruta
Mar Argentino donde ya acampaban varios
pescadores que fueron los que nos rescataron bajo la llovizna.
Llegando
a las 4 de la mañana del día siguiente yo salí en una canoa hasta la ruta donde
nos alzó un comando de la policía y nos dijo que ya no era seguro estar ahí, y
nos llevo a uno de los galpones del puerto que se estaba ocupando como centro
de evacuados.
A las 7 de la mañana salimos de ahí y nos refugiamos en un centro
de evacuados. Mas cómodos empezamos a buscar por todos lados a algunos de los
integrantes de mi familia que no sabíamos dónde estaban, teniendo esa angustia
de que les hubiese pasado lo peor, porque esta bien, no fue hace un siglo
atrás, pero no era como en estos días que te comunicas con celulares y
enseguida localizas a quien quieras, en ese tiempo había que pasar por las
escuelas o Centros de evacuados, y ponerse a leer los padrones que dejaban en
la entrada de los mismos. Nosotros pasamos por esos lugares buscando a mi
hermanito, mi prima mayor y mis sobrinitas pudiendo encontrarlos recién a los tres días.
Cuando el agua bajó,
escurriéndose por un hueco enorme que hicieron dinamitando la ruta y la defensa
Mar Argentino, volvimos algunos al barrio a limpiar nuestros hogares, encontrando
todo patas para arribas, en las calles se veían montañas de mugre en cada
esquina, para darles una idea parecía una zona de una película de guerra: las
calles en el día estaban llenas de militares y a la noche, en medio de toda la
oscuridad se oían los helicópteros que patrullaban por el aire y viéndose la
luz de sus reflectores. Se veía a la gente sacando sus muebles y pertenencias a
la calle, pertenencias que de seguro le habían costado mucho esfuerzo
conseguirlas para tener que tirarlas todas deshechas por el agua, a la basura.
Se
sentía en el ambiente esa tristeza y angustia por perderlo todo, sobre todo se
notaba en las personas mayores, quienes después de un tiempo morían de tristeza
y depresión; también empezaron a aparecer las enfermedades como la hepatitis y
la lectoespirosis.
En los días venideros siguieron
las malas noticias: muchas vidas se habían perdido por el paso de las aguas.
Allí empecé a comprender que se trataba de una verdadera catástrofe porque
perder muebles, recuerdos, y bienes materiales es muy feo pero eso se puede
recuperar en cambio la vida…, la vida es una sola, y lo vale más que todo.