El Peligro de los Condescendientes

Por: Rodolfo O. Gianfelici, www.prensamare.com.ar

En el año 1973 vivimos en la Escuela Industrial Superior santafesina (la EIS o El Industrial), una experiencia inédita en el país. Fue aquella donde estudiantes, personal no docente, docentes y autoridades, se comprometieron en elaborar una nueva convivencia, que incluía, un nuevo plan de estudio, tras décadas sin cambios.
En principio se cambió la relación de la comunidad educativa, con el funcionamiento del Centro de Estudiantes. Con la incorporación de nuevos profesores. Con establecer una escuela abierta a la comunidad.
Es cierto que el país vivía una realidad diferente a la actual, con una juventud movilizada, donde el Director -Alberto Barber Caixal- marcó un rumbo, al que se sumaron alumnos, padres, docentes, no docentes.


Existieron oposiciones; y cómo! Particularmente de un mayoritario grupo de profesores que habían llegado sin concursos y se consideraban “dueños” del Industrial, en sociedad con quienes respondían a la dictadura reciente.
La EIS dependía de la Facultad de Ingeniería Química, de la Universidad Nacional del Litoral. Por lo que su relación con los universitarios era fluida y natural.
Ya antes del día de la elección, donde gana Cámpora (11-3-1973), se asistía a una clara “rebelión” de los estudiantes en contra del director y el vicedirector.
Ello se agudizó a partir del lunes 12 de marzo, en que las autoridades dejaron de tener poder. Tras la asunción del presidente (25-5-1973), se produjo la designación de las autoridades en el Industrial. El Director (Barber Caixal, ligado a la JUP), y el vicedirector (Jorge Planas Viader, profesor y artista plástico) electo por el voto de los estudiantes (aula por aula, curso por curso en forma secreta).
De allí, hasta fin de 1973 se fueron produciendo cambios sustanciales en las relaciones de la comunidad educativa del Industrial. Pero a la vez, se comenzó a trabajar en un nuevo plan educativo y a una nueva relación del Industrial hacia afuera.
Desde marzo de 1974 se implementó -para unos cursos: 1º y 4º-, el nuevo plan de estudio; el resto continuó con el que traían en curso. Con la novedad del agregado de nuevas aulas y cursos, ante la demanda por ingresar. Un ingreso que dejó de ser selectivo y se transformó en libre.
Planes reformulados para las materias (existentes y/o nuevas), según la realidad nacional, regional y mundial; y de acuerdo a los avances pedagógicos y de la modernidad; docentes apoyados por dos ayudantes de cátedra; temas que se trataban en forma general y luego “se trabajaban” en grupos de 10 alumnos (con el docente o los ayudantes al frente de cada uno). Donde se eliminaron las “pruebas con notas”, y se efectuaban evaluaciones; existían recuperatorios, porque lo que se buscaba era que el alumno aprenda, no “mandarlo a rendir”.
Los padres dispusieron de voz y participación en cuanto a lo que iban observando en sus hijos; se estudiaba, analizaba e investigaba, en la escuela, dejando libre las horas para otras actividades fuera del ámbito educativo (no se llevaba tarea u obligación de estudiar en la casa); existía un ámbito de participación, debate, discusión e intercambio entre autoridades, docentes, Centro de Estudiantes y no docentes.
Los celadores-alumnos dejaron de ser un “premio” (pago por la escuela) para los de mejores promedios, y se otorgaba a quién lo necesitaba tras un análisis de la situación socio-familiar; el edificio pasó a estar abierto a las actividades que el Centro de Estudiantes (o agrupaciones políticas que funcionaran en la escuela) desarrollara, inclusive los fines de semana o feriados.
En los inicios de 1974, la experiencia que se llevaba adelante en el Industrial era un caso único en el país. Tanto que mereció su tratamiento (y preocupación) en una reunión del Gabinete nacional del presidente Perón...
En el primer trimestre de ese año, ya se había comenzado a trabajar en una nueva etapa de ese nuevo plan de estudios, que contemplaba la relación con el trabajo.
La propuesta a la que se le quería dar forma era que el estudiante -en su último año- tuviera una relación directa con el trabajo externo.
Para ello se iba a generar un canal con la actividad privada para las tres ramas formativas: técnico químico; técnico mecánico eléctrico; y técnico constructor.
Se pensaba en que el estudiante debería desarrollar una actividad laboral (según su elección en el tipo de actividad privada que se ofreciera para la experiencia). Debería ser paga (como a cualquier trabajador), por parte de la actividad privada, debiéndose establecer (entre las partes de la comunidad educativa) qué porcentaje percibiría el estudiante-trabajador, y cuánto ingresaría para la escuela (en forma de ayuda solidaria para equipamiento y obras). Se estimaba en que estaría rondando en el 85% y 15% respectivamente.
La idea era ofrecer al estudiante una nueva forma de relacionamiento con la realidad.
Prepararlo para el futuro, pero sin que ello significara hacerlo trabajar gratis. Esta actividad (inédita por cierto), no pretendía transformarse en “el reemplazante” de la escuela, sino en una suerte de “materia más”.
Lamentablemente los hechos que se fueron produciendo en el país en ese 1974, obligaron a ir relegando este nuevo paso formativo del plan de estudios implementado. Al final, las autoridades (Barber Caixal y Planas Viader) renunciaron; y en octubre la escuela cerró sus puertas imprevistamente, y por decisión de las autoridades de la UNL.
Tiempo después el director, el Gallego Barber Caixal se transformó en un desaparecido. Varios estudiantes (al igual que personal no docente y docente) del Industrial fueron desaparecidos, asesinados, encarcelados, torturados.
De aquella experiencia han transcurrido más de cuatro décadas.
Increíblemente, lejos de sacar conclusiones y aprendizajes de nuestra historia, existen autoridades que bajo la excusa de una “modernidad” (que no es tal), pretenden convertir a los alumnos en mano de obra gratuita...
Y lo más grave aún, es que existan sectores sociales que adhieran alegremente a ello, o que se muestren indiferentes. Parecen no comprender que lo que se pretende instalar es una dócil mano de obra gratuita, no para “capacitarla” para el futuro, sino para que actúe como mano de obra esclava (en pleno siglo 21!) y a la vez que actúen como una fuerza de presión sobre los trabajadores registrados y sindicalizados (para arrinconarlos y flexibilizarlos).
Pareciera que estos condescendientes aprobadores del “modernismo” de Cambiemos, no son trabajadores, ni tienen familiares que trabajan, o crean que sus trabajos (en la actividad privada) están garantizados de por vida.