Los Niños - Patrimonio de la humanidad

AGOSTO: MES DE LAS INFANCIAS
Por: TIERRA FECUNDA/ABYA YALA


Si logramos eliminar la pobreza de nuestra sociedad ¿desaparecerán algunos de los graves problemas que la aquejan? Por ejemplo, el abuso infantil.
“Todos los padres son custodios de la vida de los hijos, pero no propietarios y deben ayudarlos a crecer, a madurar”, dicho por el papa Francisco el último Ángelus de 2017. Fuera de cualquier creencia o ideología esta frase nos resulta inspiradora.

La pobreza (espiritual, moral, económica), implica dificultades a la hora de acceder a una buena educación (tanto permanente como formal). Muchos padres arrastran problemas de pobreza desde varias generaciones lo que lleva que muchos niños carezcan de una custodia responsable.
Estas carencias, creemos, traen aparejada una ausencia de valoración de la vida en general y de los niños en especial, particularmente cuando se los consideran propiedad privada.

El atropello hacia los más pequeños (y más indefensos, el abuso infantil sexual o laboral), se da en todas las clases sociales, porque esa ausencia de valoración de la vida está inserta en este tipo societario en el que estamos inmersos. Lo que se puede apreciar muy bien en un artículo publicado por el diario The New York Times titulado Una noticia alentadora en el terrible mundo de Pornhub: “Quizá nunca logremos eliminar todo el material de abuso sexual infantil en línea, pero podemos reducir la cantidad de niñas y niños cuyas vidas son destruidas a los 14 años por una empresa adinerada que lucra a partir de su vivencia más mortificante.”

Los niños, todos los niños, de cualquier lugar del mundo tienen que llevar una vida llena de alegría y ternura para poder llegar a ser adultos íntegros dentro de una sociedad perfectamente complementada con la naturaleza en la cual la vida vale por sí misma.

Para hacer desaparecer este problema, el abuso infantil, el que está implantado en la estructura social imperante y que forma parte indisoluble del sistema y que va más allá de la existencia de clases sociales, de racismos, de sexismos y de las distintas formas de pobreza, se debe apuntar a un cambio de creencias en las formas de pensarnos y pensar nuestra vida comunitaria, lo que se va a lograr si se accede a una educación, familiar e institucional (permanente o formal) que promueva la participación, la reciprocidad, el equilibrio, la armonía, en todas las relaciones humanas.