El Niño y la Escuela

 Por: Dr. Miguel Ángel Candioti

La escuela como entidad educadora y de contención social

Definición de escuela

La escuela es, por naturaleza, un ámbito de integración social, formadora de hábitos y modeladora de conductas y, obviamente, de trasmisión de conocimientos, es una relación interactiva donde cada una de estas funciones es condicionante de las otras. Pero, al mismo tiempo, es inconcebible sin una relación interdependiente con la familia. Un arcaico concepto de que “en la casa se vive y en la escuela se aprende” implica una transferencia de responsabilidades mutuas, aún vigente en muchas familias y, por qué no decirlo, en algunos docentes. En la casa y en la escuela se vive y se aprende.

La familia va a la escuela
La cada vez más temprana inserción de los niños en el sistema educativo, si tenemos en cuenta que el pre primario se extiende retrospectivamente, prácticamente hasta la etapa de la lactancia (los jardines maternales reciben niños desde los 45 días de vida), constituye todo un desafío de integración familia-sistema educativo cuyos resultados pueden ser maravillosos o negativos según el grado cualitativo que alcancen. Visto desde una perspectiva sanitaria, es determinante. Al comenzar un niño a concurrir a un establecimiento educativo se establece una interrelación entre cuatro componentes vinculados entre sí:
  • El niño
  • La familia
  • El personal del establecimiento
  • El edificio
Cuando el niño “va” a la escuela, “lleva” sus características personales y familiares: bagaje de conocimientos previos y costumbres familiares que deberá confrontar con los de otros niños en un proceso de integración social, no siempre sencillo. También, y de acuerdo con su edad, llegan con un perfil madurativo psicofísico que condiciona su forma de relacionarse con el sistema educativo. Dicho en otros términos, cuanto más pequeño es el niño mayor será su vulnerabilidad y, en consecuencia, mayores las exigencias de respuestas adecuadas.
Esto modifica criterios, muchas veces aceptados, de que la relación entre escuela y salud se limita a la transmisión de algunos conceptos de Educación de la Salud: higiene dental, educación vial, riesgos de tabaquismo, etc. La escuela también es un ámbito donde el niño puede enfermarse, ya sea por adquisición de enfermedades infecciosas o traumatismos. En este plano puede contagiar o contagiarse, puede lastimar o lastimarse; puede traer enfermedades desde su casa o llevarlas a ella comprometiendo la salud de terceros (por ejemplo, madres o docentes embarazadas).

La mayor fragilidad inmunológica, cuanto más pequeño sea el niño, sumada a algunas características madurativas-que determinan en edades tempranas formas más o menos agresivas, como expresión de la dificultad de integración social y de abandono de actitudes egocéntricas, muchas veces desarrolladas en edificios hostiles (características de los pisos, gimnasios, escaleras)-, condicionan una serie de situaciones de riesgo que deben ser encaradas conjuntamente con la escuela y la familia a través de un constante y fluido intercambio de información. Los padres deben saber qué pasa en la escuela y los docentes qué pasa en la casa. Pero no sólo se debe conocer sino también interpretar la información. Sucede que este intercambio, con frecuencia, se reduce al cumplimiento de ciertas normas administrativas, como la exigencia del Carnet de Vacunación que luego el docente no “sabe leer”.
Si la escuela es un ámbito formador de hábitos y modelador de conductas, en el caso de la salud deberá ser en la institución donde se “viva en salud” y no sólo donde se transmitan algunos conceptos teóricos sobre la misma. Esto dependerá en muchos casos de actitudes individuales, como la eliminación del tabaquismo en el ámbito escolar, o de la responsabilidad social expresada a través del Estado.
En la República Argentina, muchos niños no sólo aprenden en la escuela sino que también comen en ella y reciben distintas formas de contención, en relación directa con el grado de pobreza y carencias sociales que padecen sus familias: desocupación, hacinamientos, madres solteras y /o adolescentes, violencia. Para que esta contención sea efectiva requiere de recursos que la sociedad no le puede negar, ya sea a través de la responsabilidad indelegable del Estado o de conductas solidarias para con los que menos tienen.

Impacto educativo en la salud
La educación no sólo es un derecho individual que permite una movilidad social ascendente, sino que es una responsabilidad y un derecho social. La sociedad tiene derecho a exigir que sus ciudadanos sean educados ya sea en beneficio propio o con criterios de mejorar la calidad productiva; tiene derecho a exigir educación para tener más salud.
Los indicadores habitualmente usados en salud para medir la calidad de vida de las sociedades –Mortalidad Materna e Infantil, Prevalencia de enfermedades infecciosas, Tasas de desnutrición- muestran una vinculación directa con el grado de educación alcanzado. Analfabetismo y desnutrición son prácticamente sinónimos. Carencia de educación sexual y mortalidad materna y neonatal expresan una relación determinante.
Por ello, al decir de Pablo Vinocour: “Son pobres aquellas familias e individuos que disponen de menor capital cultural lo que determina menor autonomía y menor libertad de elección frente a las opciones de vida”; y no sólo aquellos de bajo poder adquisitivo, si bien ambos conceptos van casi siempre asociados. Esto es claro en los países per cápita, pero con presupuestos adecuados para educación; allí se logran los mejores indicadores de salud materno-infantil.
En definitiva, salud y educación son dos componentes inseparables y no se puede explicar una sin la otra. Niños sanos y educados son niños felices.